Ella despertó una mañana sintiéndose más sola que nunca, llevaba noches sin poder dormir, su cuerpo lo sentía pesado, indispuesto, pero algo en su interior no la dejaba dormir. Todo era una confusión, sentía hambre pero no le apetecía comer; tenía sed, pero nada la saciaba; leía, pero no recordaba lo que acababa de leer; oía, pero las voces de su interior la confundían; estaba rodeada de gente y sin embargo se sentía sola; tenía tantas cosas que decir, pero no podía articular palabra, lo único claro en su mente eran sus sueños, que comenzaban a pender de un hilo.
Pasaba los días yendo y viniendo, las hojas del calendario marcaban una fecha, pero la realidad era otra. Para ella el tiempo se había detenido y el mundo no se daba cuenta de su vacío. Todos estaban apurados por si mismos, todos tenían un mundo diferente en la cabeza, que nadie tenía tiempo de voltear y ofrecerle su ayuda.
Ella gustaba de tirarse en el pasto, ver el cielo y sentir que caía, le gustaba sentirse una con la naturaleza, pasaba las tardes recordando los momentos de dicha de su infancia, las tardes de día de campo, el agua cristalina del lago donde aprendió a nadar, el dulce canto de las aves, el tiempo que compartía con otros niños, las galletas que robaba de la cocina, los cuentos que le leía su mamá antes de dormir... Recordando tiempos que no volverán, que nadie podía regresarle.
Esa mañana ella decidió terminar con ese hastío que la envolvía, paso el día haciendo lo que quería y que le haría feliz, regresaría a nadar a aquellas aguas; comió todo lo que le gustaba, lo que era saludable y lo que no; sonreía a todos los que se cruzaban en su camino, algunos le correspondían, otros no; acompañó a los pájaros con su canto; leyó algunos cuentos a los niños cuyos padres fueron secuestrados por la rutina, el temor y las preocupaciones, que no les permitían ocuparse de ellos. Disfrutó el día como no lo hacía desde antes que fuera esclava del tiempo. Contempló el atardecer, se tiró en el pasto, miraba las estrellas y deseó ser una de ellas, cuando por fin se quedó dormida.
Al despertar se sorprendió, pues podía ver el pasto en el que descansó la noche anterior, pero lo veía desde lo alto y fue cuando comprendió que su sueño se había vuelto realidad, se había convertido en estrella. Pero como el último día dentro de su cuerpo fue inmensamente feliz, cada noche ella era la que más brillaba y trataba de transmitir su mensaje a todo aquel que la viera.
Los que la contemplaban en silencio escuchaban una voz que a su corazón le decía:
"Vive, la vida es demasiado bella para vivir preocupados, disfruta de cada día recordando que es una nueva oportunidad, recuerda que la vida nos fue dada para disfrutarla y nunca se sabe cuando puede terminar. Escucha lo que tu corazón tiene que decirte, cree, no pierdas la fe, tu decides en que, pero cree, confía en ti, no te encierres en tu mundo, trata de mejorar el mundo en el que vives y AMA entregando todo el corazón."
Del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32
Hace 4 días.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario