viernes, febrero 27, 2004

DE ATARDECERES

Cansado de estar en lo alto, el Sol comienza su descenso, yo lo miro como poco a poco va cambiando los tonos que lo rodean. Ahora ya no lo veo esconderse tras las montañas, ahora son los árboles los que le dan la bienvenida, los actores que pretenden grabarse en la memoria. Tanto verde sigue con vida, los tonos rojos se esconden entre las hojas de los árboles y tan solo unos cuantos hilos dorados se cuelan entre ellas para besar tu frente y hacerte recordar que es poco lo que te privará de su calor. Es un dormir sereno de un paisaje que la ausencia de luz, poco a poco, aleja de tus ojos.
En cambio, un atardecer en el desierto es ver dormir la mitad y despertar la otra parte, las candelillas, ocotillos, lechuguillas, mezquites, nopales y otros seres noctámbulos como coyotes, víboras, contemplan como en el horizonte se mezclan los colores y camuflan desde azules desnudos a rojos atrevidos, pardos oscuros, blancos grises, naranjas fulgurantes, hasta llegar al negro profundo.
Son escenarios diferentes colmados de magia y atracción seductora, capturan tu atención, te invitan a soñar.

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