Ella iba sentada en el asiento derecho del carro, a su izquierda, describiéndole el paisaje esta él, ese que ha estado con ella por tanto tiempo, con el que habla cuando salen a dar esos paseos por calles y callejones, recapitulando las historias. Él le hablaba de los cambios que había sufrido su ciudad, de lo mucho que había crecido. Estaba tan entretenido contándole lo mucho que se habían poblado los cerros, donde antes subían por entre las piedras, nopales y maleza para apreciar el paisaje desde arriba, y que ahora había una carretera que los llevaba hasta la última casa, donde vive un viejo gruñón que no les permite pasar, ahora es propiedad privada.
Él hablaba tanto de cada rincón, de cada paisaje que le llenaba las pupilas y ella sentada a su lado, pero con la mente puesta en otro lado. Las historias ya se las sabía, cada semana eran las mismas, el mismo recorrido, incluso aseguraba que las sombras eran las mismas, en la misma posición, todo tan exacto, tan contado. Mientras él hablaba ella se dedicaba cada vez más a soñar despierta, a hacer llamados con la mente, de cualquier manera si él le preguntaba algo, ella ya conocía la respuesta, así que podía darse el lujo de acompañarlo soñando con ese.
Ese que era tan seguro, algo mayor. Un conocido de hace tiempo, una reciente ilusión. Ese conocía todo sobre él, sus manías, sus ideas, sus errores, sus celos enfermizos. Ese era casi antagónico a él, tanto en complexión, tez, carácter. Lo único que tenían en común era ella. Él por costumbre, ese por admiración.
Él seguía con su recorrido, tan tranquilo como siempre, ella mirando por la ventanilla el verde del paisaje, admirándose de su entorno y viendo con tristeza como pasaban los carros de frente con más apuro que admiración en sus caras. Fue entonces cuando lo vio, venía de frente, con seguridad pasaría a su lado y así lo hizo, tan lentamente que esos segundos parecieron eternos. En cuestión de milésimas, él lo miró, viró su cabeza buscando la de ella, tratando de sorprenderla en ese cruce de miradas delator, pero ella miraba por la ventana hacia otro lado. Él con un respiro descansó.
Ella seguía pensando en ese, refrescando la memoria con ese flashazo que alcanzo a guardar, pues sin que él se diera cuenta, ella había visto el coche que venía de frente y a su conductor, ya se habían dicho tanto con la mirada cuando él se percató de su presencia. El recorrido continuó como siempre, él seguía hablando y ella solo sonreía.
martes, septiembre 30, 2008
En el cruce
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4 comentarios:
debe ser hermosa...
El famoso juego del amor!! Las miradas, las sonrisas, los nervios, murmuraciones, notitas, etc. Hay tanto con que decir algo sin mover la boca ni tantito!! Excelente Aris!! Oye te debo el entrar al msn, lo he descuidado mucho, no he entrado!!! Espero luego hacerlo!!
Abrazo!!
Otra vez: Pues tan solo es... y en eso guarda su esencia.
Frank: Ahh si que bella es esa parte del amor, el intercambio de miradas, esas ventanas al alma....
Si mijo ya se te extraña en el MSN, pero se te entiende y lo bueno es que hay muchas maneras de seguir en contacto... besos
Miradas... miradas... se supone que se puede mentir de la manera más cínica, pero los ojos nunca lograrán hacerlos. Todo esto del cruce de miradas, principios de enamoramiento... hacen que la piel se erize y se logre revivir algunos sentimientos bien guardaditos. Lindo texto, un abrazo!
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