lunes, diciembre 24, 2007

Todo lo necesario a la mano, pluma, libreta roja, mi coca-cola y en el ambiente dulces melodias. Todo está muy tranquilo, una parte mía se quedó jugando a meter y sacar dulces. No hay con quien más platicar y decido platicarme a mi. Prefiero escribir y vaciar un poco lo que traigo.
Intento matar el tiempo acomodando recuerdos, evitando los platillos salados, o por lo menos que contengan una gota de amargura. Pero con cada recuerdo que viene a mi mente, se cuela un reproche de mi cuaderno, reproches por tenerlo abandonado y me dice "Yo soy como tu, también soy alérgico al polvo, pero no quiero estornudar para no perder el detalle". Y tiene razón, su color rojo es tan vivo, que es injusto que lo condene a una muerte en el olvido.
Justo ahora siento que hay tanto que decir y muy pocos que quieran escuchar, o quizá de nuevo, estoy contestando por ellos, por aquellos a quienes si les interesa curar heridas, nombres tan definido y en algunos casos con rostros difusos. Amigos los extraño, las noches ya no son lo mismo, el insomnio me persigue solo a mi y en casa soy la única noctámbula, pero todo permanece en penumbra para resguardar los sueños de mi actual familia, mis dedos se aburren de recorrer una y otra vez los canales de la televisión, prefieren una pluma, un teclado, un escape.
Ahora el silencio me animó a sentarme, todo sobre la mesa y no me pude resistir.
Bajaré la guardia más seguido...

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