Una puerta se cerró a sus espaldas, y detrás de ella se quedaron cientos de promesas, sueños que nunca pudieron tornarse reales, seis letras que se fueron desmoronando una a una hasta perder por completo su significado. La puerta se ha cerrado, pero ha traído consigo uno de los tesoros más grandes, así que no todo fue una pérdida total.
Al principio quería correr, dejar todo atrás tirar la llave de esa puerta y buscar un nuevo resplandor. En la habitación había cinco ventanas, una gris directa a la tormenta, una verde con protección que solo dejaba ver, pero no entrar, una roja con una gruesa cortina que no se animó a quitar, una amarilla demasiado pequeña y una azul.
De esta última emanaba un brillo seductor, con una mezcla de los colores de las demás, el gris de nubes de tormenta que se estaban alejando, pues el viendo del norte había decidido soplar, para alejarlas del claro y que el paisaje se pudiera contemplar. Con el verde de ese árbol frondoso, que a pesar de ser el único que se alcanzaba a ver, gritaba que se estaba rebosante de vida, que llena la vista, provee aire puro y una sombra que cobija y protege si la lluvia comienza a arreciar.
El cielo mutando de azul a rojo y oscureciendo, para cubrir el cielo con el negro manto, abriendo paso entre las nubes para que se puedan ver las estrellas. Y un leve toque de amarillo del Sol que pelea por permanecer y que el poco tiempo que comparte con la luna se prolongue por un suspiro más. El viento silbaba que en ese mundo todos los atardeceres son así.
Es un atardecer de azules variantes, lleno de vida y de paz. Y ella lo mira desde la ventana, deseando poder no solo acceder a él, sino permanecer, refugiarse bajo la fuerza de ese árbol, contemplar toda su belleza y sentirse parte de él.
En alguna ocasión, entre sus lecturas, José Saramago le decía que la vida es así, que para que el cielo se abra, es necesario que una puerta se cierre. Y así fue frente a sus ojos se abrió un cielo estrellado con una luna mucho más grande de lo normal, el sol perdiéndose en el horizonte, prolongando la partida, como queriendo quedarse, compartir el momento y poder hacerlo eterno, embeberse de la hermosura del paisaje y no perderse en el infinito.
Era un mundo nuevo y desde su descubrimiento por su mente solo cruzaba la idea de permanecer en él.
Al principio quería correr, dejar todo atrás tirar la llave de esa puerta y buscar un nuevo resplandor. En la habitación había cinco ventanas, una gris directa a la tormenta, una verde con protección que solo dejaba ver, pero no entrar, una roja con una gruesa cortina que no se animó a quitar, una amarilla demasiado pequeña y una azul.
De esta última emanaba un brillo seductor, con una mezcla de los colores de las demás, el gris de nubes de tormenta que se estaban alejando, pues el viendo del norte había decidido soplar, para alejarlas del claro y que el paisaje se pudiera contemplar. Con el verde de ese árbol frondoso, que a pesar de ser el único que se alcanzaba a ver, gritaba que se estaba rebosante de vida, que llena la vista, provee aire puro y una sombra que cobija y protege si la lluvia comienza a arreciar.
El cielo mutando de azul a rojo y oscureciendo, para cubrir el cielo con el negro manto, abriendo paso entre las nubes para que se puedan ver las estrellas. Y un leve toque de amarillo del Sol que pelea por permanecer y que el poco tiempo que comparte con la luna se prolongue por un suspiro más. El viento silbaba que en ese mundo todos los atardeceres son así.
Es un atardecer de azules variantes, lleno de vida y de paz. Y ella lo mira desde la ventana, deseando poder no solo acceder a él, sino permanecer, refugiarse bajo la fuerza de ese árbol, contemplar toda su belleza y sentirse parte de él.
En alguna ocasión, entre sus lecturas, José Saramago le decía que la vida es así, que para que el cielo se abra, es necesario que una puerta se cierre. Y así fue frente a sus ojos se abrió un cielo estrellado con una luna mucho más grande de lo normal, el sol perdiéndose en el horizonte, prolongando la partida, como queriendo quedarse, compartir el momento y poder hacerlo eterno, embeberse de la hermosura del paisaje y no perderse en el infinito.
Era un mundo nuevo y desde su descubrimiento por su mente solo cruzaba la idea de permanecer en él.
3 comentarios:
En un lugar donde todos los atardeceres son asi..
Definitivamente ese lugar no es Lima-Peru.
Wowwwww.....me recordo a una historia personal que vivo en este momento, esas ganas locas de dejar algo atras....y no puedo :(
Un saludo bello blog
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