LLUVIA
Alguien toca a su ventana suevemente, es la lluvia que le avisa que ha venido a jugar con ella, la invita a salir, a desprenderse de esa prisión de 4 paredes que mantiene la diversión afuera. La invitación es tentadora, para acabar de convencerla el aire lleva hasta su nariz ese delicioso aroma de tierra mojada que aligera sus pulmones y calma sus penas. Ella se está animando, se dirije a la puerta, la abre. Algunas gotas de lluvia le dan la bienvenida. Ella sale completamente de su guarida, no se sabe si las gotas se emocionan o el cielo llora de felicidad porque la nostalgia no la quizo acompañar. El tiempo parece que se ha puesto de su parte, ha decidido aligerar el paso para que el recuerdo de esa tarde lluviosa de junio se anide en su memoria y pueda evocarla tantas veces lo desee. Con el agua se resbalan sus penas de la piel, ella cierra los ojos, abre sus brazos de par en par intentando abrazar el cielo.
Una sonrisa se posa en sus labios, el festejo crece, dura unos instantes más y paulatinamente cesa.
Pero en el ambiente queda el recuerdo de los últimos minutos. Un recuerdo que ni el calor del Sol podrá evaporar.
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19
Hace 1 día.
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