Se es tan libre como el viento, no existe ninguna otra atadura más que las mentales, todas esas barreras que la mente ha tejido con el paso de los años, cuando entre izquierdas y derechas solo se encuentra con miradas que se pierden en el piso, que no conocen el horizonte. Es necesario sacudirse los fantasmas, quitarse las ataduras, los tabúes, la sumisión, saberse fuerte y que el mundo va mucho más allá de lo que alcanza a distinguir los ojos. Cuando se levanta la mirada, la luz ilumina los ojos, se sabe que todo está ahí, que solo es cuestión de avanzar, moverse para poder alcanzarlo y ya una vez en movimiento las fricciones desaparecen.
Entonces se entiende que la libertad termina donde comienzan los derechos de los demás, asignando a cada quien su espacio con todo lo que conlleva, los frutos, las responsabilidades. Al dar el primer paso el mundo cambia, la mirada se ilumina, los silencios existen, pero no por no tener nada que decir, sino porque la misma dice tanto que no hace falta pronunciar nada más.
No se es otra persona, sino que se descubre la que es en realidad, la que se sabe, la que puede.
No hay nada que pueda decir, es difícil describir su esencia, sus razones, su motor, su porqué. No hay palabras que basten para describir lo hipnótico de su mirada, seguirle de cerca te dirá más de lo que pudiese contar yo.