Los recuerdos de él

Él se llena de pendientes en la oficina, unas cuantas llamadas para terminar, recibir y dar las últimas instrucciones. Él deja todo en orden, en su orden. La fecha había sido pactada tiempo atrás, el lugar lo escogió él y entre ambos acordaron una hora, libre para él, que se el acomodara a ella. Él tan sereno como siempre, rara vez mira al reloj en su muñeca, sabe que ella llegará a tiempo, siempre lo ha hecho. Maneja por las calles transitadas, se distrae con la música en su reproductor mientras llega a su destino.

Él llega antes que ella, pero no se decide a entrar, prefiere esperarla afuera, mientras repasa sus últimas acciones y se asegura que todo quedó en orden. Él la mira cuando llega, la ve como se acerca lentamente, como si flotara, levanta su ceja izquierda y esboza una sonrisa leve, él no es de expresar mucho las emociones, por eso para ella su sonrisa lo es todo. Entran juntos al lugar pactado, a la mesa del fondo, donde la última vez. Él le recomienda algo, pues a pesar de ser delgado, la comida es su pasión. Él le habla de sus gustos y pasiones, ella lo mira y escucha atentamente, luego ella hablará y hablará y le preguntará sus dudas y se terminará el café.

Él adivina el deseo de ella, lo supo por su voz desde que se acordó la cita y aunque no se pertenecen por distintas razones que ambos entienden, él le asegura que siempre estará para ella. Ella solo necesita el último impulso, él esta ansioso, pero no por él, sino por encontrar la sonrisa de ella, la que le invadió la mente y le acompaña en las madrugadas. Él desea recargarse de la mirada de ella, de la tersura de su piel y que su aroma le llene los pulmones. Tener la sensación y no solo recurrir a las memorias.

Ella y él deciden irse a caminar, él para sentirla cerca, ella para poderlo abrazar. Esta vez, la luna no será testigo de cómo trascurren las horas en esa ciudad y el resto de la historia solo la conocen ella y él.