miércoles, enero 28, 2004




Una cortina negra ha cubierto el paisaje,
uno a uno han caido los hilos dorados
llevándose el color de mi camino.
Algunas criaturas se alejan con la luz
y otras despiertan de su letargo y me acompañan.
La oscuridad y el silencio me rodean,
el frío nocturno se cuela bajo la puerta,
se escurre y burla la ventana;
afuera el Sol ha dejado de brindarme su calor
y yo lo busco en las cobijas de mi cama.
Todo es oscuridad y un frío que cala
para aquellos que no esperan nada,
la oscuridad no es tan densa, pues me alumbra una estrella,
el frío es aparente, pues no toca mi alma.
Contemplo la noche desde mi ventana,
una melodía me susurra su risa al oido
y en las luces nocturnas encuentro sus ojos,
siento que me abraza con la mirada.
Frente a mi las imágenes suyas pasan
saltarinas, juguetonas, se detienen y saludan
salen de entre las sombras con su antorcha
vuelan alto y solo puedo contemplarlas.
La noche se me escapa de las manos
minuto a minuto añorando sus besos,
segundos que pasan tan rápido, corren con el viento.
Afuera ya no es oscuridad total
al paisaje lo iluminan las estrellas,
el frío se cansó de intentar apagar
el fuego que nace de su recuerdo constante,
hasta el momento en que mis ojos se venzan
y me resguarde en los sueños con mi estrella.

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