Tengo una pequeña afición por el rojo en sus diferentes tonalidades. A muchos el color podría parecerles muy llamativo.
Hay quienes prefieren la tranquilidad del amarillo, la paz del blanco, la esperanza del verde, la alegría del azul, la nostalgia del gris, el olvido del negro, pero yo prefiero la vida del rojo, ese color que aviva los escenarios, que su sola presencia te hace dirigirle una mirada.
Para mi el rojo es vida, es una de las tantas razones por las que agradezco el don de la vista. El rojo no es dulce o salado, el rojo es cálido.
El rojo es un atardecer, un otoño, un nacimiento. El rojo es un lazo difícil de deshacer, un llamado a la vida, a la armonía, a la belleza. Es acaparador de tu atención, un impulso, un anhelo.
Pero desafortunadamente también es algunas muertes. Cuando se presenta en su forma negativa puede causar mucho dolor, pero es solo una de sus caras para llamar la atención, pero en general es un color noble.
Pero como todos los demás colores necesita de la compañía de los demás para poder descubrir su belleza.
El rojo no es en sí el color de mis sueños, pero si ocupa una gran parte de ellos y de mi realidad.
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19
Hace 15 horas.
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